Artículo publicado en dos medios de comunicación locales
Cuando la campaña electoral arranca motores, candidatos, componentes, militantes, parejas y amigos salen a la calle provistos de un cepillo y un pesado caldero de cola preparada para empapelar, dispuestos a llenar las calles con los rostros de aquellos candidatos a los que quieren ver gobernando.
A las 0 horas del día señalado, como comienzo de campaña, las calles se llenan de improvisados empapeladores con el fin de que sus contrincantes no se les adelanten y ocupar los puestos en las vallas publicitarias, paredes y todo tipo de soportes más adecuados a exhibir por unos días el rostro del ganador y el de los que se quedarán en la oposición los próximos cuatro años.
Risas, ilusión, imaginación, galletas, furgonetas prestadas, compañerismo y muchas ganas de trabajar, se dan cita en las correspondientes sedes de los partidos para repartir el trabajo a los grupos, intentando que los adversarios se descuiden y conseguir los lugares estratégicos donde colocar los carteles del político que, ¿quién sabe?, a lo mejor se convierte en el vencedor.
Se acaba la cola, se acaban los sitios buenos y los bostezos comienzan a hacer su aparición en el momento en que alguien del grupo menciona la palabra “madrugar”. Sin embargo, siempre hay algunos que al día siguiente no trabajan, o están en el turno de tarde y se apuntan a la idea de tomar unos cubatas para celebrar un triunfo anticipado, o por si acaso hay derrota y no se puede celebrar, que vaya por delante…
En los días sucesivos, hay que reponer carteles en los sitios de fácil acceso para los niños o las personas del otro partido, a las que “nuestro candidato” no les hace demasiada gracia, que se arrancan sin piedad; otras veces es el viento el que se encarga de hacer “volar los caretos” de las paredes. Así, van quedando huecos que a lo largo de la campaña se deben reponer. Todo el mundo se apunta a seguir empapelando. La experiencia es gratificante y todos quieren apuntarse a la fiesta.
Las fotos del grupo, las salpicaduras en la cara o el pelo, la toalla que nos pasamos de unos a otros para limpiar esa sensación viscosa de las manos… todos los detalles se guardan en un cedé (libre de canon) y los momentos vividos quedan en la memoria de todos los participantes en una actividad; que si uno no se mete dentro, no tiene oportunidad de degustar; pero que quien la prueba, repite.
A las 0 horas del día señalado, como comienzo de campaña, las calles se llenan de improvisados empapeladores con el fin de que sus contrincantes no se les adelanten y ocupar los puestos en las vallas publicitarias, paredes y todo tipo de soportes más adecuados a exhibir por unos días el rostro del ganador y el de los que se quedarán en la oposición los próximos cuatro años.
Risas, ilusión, imaginación, galletas, furgonetas prestadas, compañerismo y muchas ganas de trabajar, se dan cita en las correspondientes sedes de los partidos para repartir el trabajo a los grupos, intentando que los adversarios se descuiden y conseguir los lugares estratégicos donde colocar los carteles del político que, ¿quién sabe?, a lo mejor se convierte en el vencedor.
Se acaba la cola, se acaban los sitios buenos y los bostezos comienzan a hacer su aparición en el momento en que alguien del grupo menciona la palabra “madrugar”. Sin embargo, siempre hay algunos que al día siguiente no trabajan, o están en el turno de tarde y se apuntan a la idea de tomar unos cubatas para celebrar un triunfo anticipado, o por si acaso hay derrota y no se puede celebrar, que vaya por delante…
En los días sucesivos, hay que reponer carteles en los sitios de fácil acceso para los niños o las personas del otro partido, a las que “nuestro candidato” no les hace demasiada gracia, que se arrancan sin piedad; otras veces es el viento el que se encarga de hacer “volar los caretos” de las paredes. Así, van quedando huecos que a lo largo de la campaña se deben reponer. Todo el mundo se apunta a seguir empapelando. La experiencia es gratificante y todos quieren apuntarse a la fiesta.
Las fotos del grupo, las salpicaduras en la cara o el pelo, la toalla que nos pasamos de unos a otros para limpiar esa sensación viscosa de las manos… todos los detalles se guardan en un cedé (libre de canon) y los momentos vividos quedan en la memoria de todos los participantes en una actividad; que si uno no se mete dentro, no tiene oportunidad de degustar; pero que quien la prueba, repite.
2 comentarios:
Es increíble cómo han cambiado las campañas con las nuevas tecnologías, esas situaciones que describes están pasando a la historia, aunque el lado bueno es que todo es mucho más limpio, se entiende que en el sentido de limpieza en las calles.
Saludos
Gracias por tu comentario Caballero ZP. He de decirte que tienes toda la razón, pero se pasa muy bien en la pegada de carteles. Yo probé en las municipales y me he vuelto a apuntar a estas. Tambien depende mucho de la compañía y del buen rollito existente.
Saludos para ti tambien. Espero que en breve, brindemos de forma virtual por nuestros éxitos.
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