domingo, 4 de noviembre de 2007

El olvido de la memoria

En estos días en los que la ley de la memoria histórica ya está un poco más cerca de nuestros derechos y obligaciones como ciudadanos, me vienen a la mente unas cuantas cosas de las que voy a hablar. Si estoy a favor o en contra de su forma de proceder es algo que no viene al caso, entre otras cosas porque no lo viví. Nací a finales de los años 60 en los que el gobierno dictatorial de Franco daba sus últimos coletazos y mis nociones sobre el tema son a través de los libros de historia y ahí es donde quería llegar.
A los políticos del poder les ha dado por desenterrar viejos fantasmas y dignificar su memoria dando por hecho que estas víctimas fueron a manos del general Franco; al que repito, sólo conocí por los libros de historia y ni pienso juzgar ni justificar. Con lo que estoy de acuerdo es en que esta ley sólo sirve para remover en las cenizas del pasado reabriendo viejas heridas y para alentar desavenencias entre los ciudadanos; utilizándolo de paso como maniobra electoral, por si acaso.
La nueva ley incumbe a otras cuestiones que me parecen más importantes y que son los aspectos artísticos de la misma. Me parece vergonzoso el chantaje que por parte del gobierno se está haciendo para conseguir que todos los edificios públicos y las iglesias se apunten a la nueva normativa si quieren seguir recibiendo subvenciones por parte del Ministerio, de lo contrario les serían retiradas las ayudas. De este modo los escudos existentes en muchos edificios se convertirían en escombros para no herir susceptibilidades a personas, que en el mejor de los casos ya son descendientes de los caídos en segundo o tercer grado y que posiblemente su abuelo muerto en la guerra fuera más hecho anecdótico que pesar por su pérdida. Tal vez el hecho de que éste no sea mi caso, hace más fácil el comentario por mi parte.
Nos hemos acostumbrado desde siempre a un callejero con unas calles que, franquistas o no, nos hacían a menudo preocuparnos de saber algo sobre aquellos generales y conocer un poco de la historia de nuestro país, o llevarnos a una biblioteca a buscar un libro con el que documentarnos un poco, cosa que por otra parte nunca está de más. El próximo paso puede ser prohibir en los lugares públicos esos libros en los que se narra toda la historia que a partir de ahora estará hiriendo susceptibilidades a la gente y haciendo más analfabetos a los que no sepan que antes de la “democracia” que ahora disfrutamos vivimos una dictadura en la que los hechos se han eliminado del alcance de los ciudadanos gracias a una ley instituida por aquellos "luchadores por la libertad que gobernaban el país allá en los principios del Siglo XXI".
Los libros tendrán que ser eliminados o al menos tachar las palabras que hieran al lector; los nombres de todas las personas afines al régimen de Franco. Según esta ley, El Valle de los Caídos tendrá que ser demolido porque no se me ocurre un símbolo más explícito que ese y el cadáver de Franco exhumado y tal vez entregado a su familia o tirado en cualquier parte, o colocado en el paredón y fusilado para vengar las muertes que él perpetró. Para que de este modo los que quieren eliminar su rastro de la faz de la tierra se vean satisfechos con las medidas tomadas por el gobierno ZP.
El resto de problemas que afecta a los que estamos vivos y que habitamos la España de hoy, pasarán a un segundo plano para dejar que el presidente progre se vengue por la muerte de su abuelo y cuando alce los ojos hacia las fachadas de edificios emblemáticos y vea un desconchón en la pared o el hueco que durante tantos años ocupaba un símbolo franquista se sienta satisfecho y se diga a sí mismo que en el transcurso de su gobierno se hicieron en España cosas que harán historia.

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